Muchas veces utilizamos los términos de Alma y Espíritu indiscriminadamente, como si fueran la misma cosa. En cambio, para nosotros, hay matices esenciales que los diferencian.
A veces despojamos al Alma de la conexión pura y la transformamos en un simple ego.
El Alma es mucho más que nuestra experiencia en la Tierra. Es la vivencia del Espíritu en la tierra, en toda su potencialidad. El Alma es vida y puede ser Vida Plena, o puede ser, si la despojas de su esencia un Alma con una vida insípida.
El Alma es la experiencia a través del conocimiento transformado en sabiduría. Es transformar al Espíritu en acción real, en nuestra realidad. Es la traductora del espíritu, su voz.
El Alma tiene propósito. Todo Ser que ES tiene un Alma , un propósito.
Los seres de la naturaleza, tienen Alma, información, por eso podemos conectarnos con ellos. Tienen Esencia.
El Alma es la parte del Espíritu que toca la tierra. Esa línea sutil, ese atardecer que acaricia y entrelaza lo invisible y lo visible, que lo plasma.
El concepto de Alma como experiencia individual es más complejo. Es el ánima tal como hemos explicado, aquello que tiene vida, una misión, pero nuestra Alma, ánima, debe poseer su parte esencial, el ánimo que es la que empuja al Ser desde el Espíritu. El ánimo es energía, es aliento, es Espíritu que nos mueve.
El Espíritu
El Espíritu es el soplo divino, que es aire con fuego, aliento, soplo de vida, el motor del Alma en Esencia.
Podemos hablar del Espíritu Santo. El Espíritu es conciencia en nosotros cuando nos alineamos a lo divino. Por eso somos Dios en acción, desplegando nuestro propósito vital esencial.
En los seres de la naturaleza es diferente. Tienen la Esencia, tienen Alma, propósito (información), pero carecen de conciencia individual (Sentir de discernimiento, Espíritu Santo).
Funciona un Espíritu Esencial de clan, con gran poder, energía y conocimiento esencial (bosque, la montaña, los lugares). Tienen un Espíritu guía-guarda cuidador (ejemplo de los Devas).
Cojo una flor y agradezco al bosque, ya que cojo un parte del conjunto.
En primer lugar están los elementales (agua, tierra, aire, fuego). Poderosos. Ley. Pero sin conciencia del bien y el mal si los manipulamos o interactuamos con ellos.
En el caso de los animales es un grado más. Es visible el Alma, más evidente (de hecho el animal viene de ánima). Pero no hay Espíritu Santo, pero puede haber armonía o locura. Disfrutan de la cercanía al clan. Es todo gradual. De insectos a mamíferos. Pasamos de lo más conjunto a lo más individual, pero en cualquier caso se mantiene ese Espíritu de clan.
El Espíritu es nuestra Chispa Divina. Nos da la vida dimensional, no solo física. Conexión con la eternidad y el «no tiempo». Nuestra pertenencia a la Divinidad. La gota del oceáno.
Nuestra Alma da forma al Espíritu. Más que envolverlo, lo filtra, lo transforma en nuestra realidad, canaliza. Pone voz a lo intangible.
Cuando perdemos parte de Alma nos sentimos incompletos, averiados. No vivimos en buena línea porque nos faltan ingredientes completos para entender y desarrollar nuestro propósito. Nos falta conocimiento, como si apagásemos bombillas con cada trauma, con cada pérdida, que nos brindase la luz necesaria para poder desplegar el espíritu.
Cuando perdemos parte de Alma nos apagamos, pues se deja de traducir el fuego interior, la Chispa Divina, somos menos. Esos huecos se llenan de oscuridad, de caos, de enfermedad, de demonios, parásitos que son disfunciones. Mientras más apagados, más desalmados porque nos cegamos al Espíritu.
Recuperación del Alma
Podemos recuperar Alma. La regeneración existe en todos los niveles. Y podemos utilizar la Chispa Divina, la semilla que tenemos dentro, para derretir la frialdad, recuperar el brillo y activar nuestra totalidad de Alma para seguir experimentando sabiduría en buen rumbo y no quedar estancados.
Siempre nos preguntamos donde está el Alma: Nos rodea y vive en nosotros. En su confluencia entre Espíritu y Vida podemos decir que se siente, se materializa. Tiene un peso ínfimo incluso. Está cercana a la energía y luz. Es la parte más sutil de nosotros en individualidad. Está relacionada con los colores del aura según nuestro equilibrio espiritual encarnado que incluye el cuerpo físico.
Hacer lo que tenemos que hacer también implica cultivar el cuerpo pero no solo el cuerpo. La serenidad, el santo propósito, es santidad.
Espíritu Santo
El Santo vive en el Espíritu Santo, incluso si el cuerpo no responde. Nuestra Alma puede conectar, Sentir, leer al resto de almas. Conocer la información, la Verdad. Mientras más alta frecuencia mejor comprensión de lo que se percibe.
Aquí es importante el Sentir y el corazón, que piensa-siente, pues si solo se capta desde la mente y no se filtra, se puede mal interpretar, traducir mal, la lectura akashica, las visiones, etc….
IMPORTANTE: trabajar los elementos internos. Conectar con ellos también fuera. Y sobre todo tomar conciencia de nuestra alma como «piel» de nuestro Espíritu, de su pureza y esencia, para poder vivir con el Espíritu.
Ser espirituales, conscientes, del Espíritu Santo en nosotros. De nuestra responsabilidad de crear con discernimiento.
Para ello debemos ser siempre lo máximo de nosotros en esencia. Tener activado el Sentir. Pulir lo que no procede, lo que no es nuestro, y recuperar nuestra alma a máximo rendimiento.
El ego desbocado: super-ego
El ego es necesario para que el alma conduzca en el plano físico.
Sin embargo un super-ego es un alma que no siente el espíritu. El Mental, el corporal, endemoniado, con su luz apagada, sin Sentir activado. Un alma que pierde la esencia divina y el propósito. Des-armónica, generadora de caos, infeliz, muerta en vida, parásito de la Tierra y de la Vida. Dañina porque chupa y no da. Solo destruye y no crea el bien. Satánica. Destructora de la experiencia vital, del proyecto de la creación. Le falta el ánimo, la alegría de vivir, la esencia espiritual ya que la mantiene encerrada, sin desplegar.
El super-ego se olvida de que su conductora es el Alma alimentada por el Espíritu. Se olvida de que el alma transciende y se queda atrapado en una realidad alejada de la verdad, una realidad superflua que le impide avanzar.
Escribamos pues nuestro Yo en mayúsculas con la conciencia de saber quienes somos en esencia. No es un yo egoísta, es un Yo magnífico impregnado de Espíritu Santo.
Conectemos cada átomo de nuestra alma para poder recibir al Espíritu en plenitud y Ser vivos en Esencia.
¡Alura!
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