En estos tiempos en que casi hemos olvidado la facultad de pensar, en que nos movemos por impulsos, por desidia, en automático, pero sobre todo por órdenes, se hace muy difícil que desarrollemos nuestro don natural del discernimiento, elemento esencial que nos diferencia de los animales. Y por ese motivo vamos náufragos por la vida y nos sentimos desdichados.
Incapaces de discernir, de distinguir entre lo real y fantasioso, entre la verdad y la falsedad, entre el bien y el mal, entre lo justo e injusto, entre lo moral y lo satánico, perdemos el don y capacidad del juicio de la comprensión, de la elección en nuestra vida y dejamos de reconocer las consecuencias morales y prácticas de nuestras decisiones.
Si no miramos a nuestro interior, a nuestro entorno, a nuestras palabras, a las personas que nos rodean, a la sociedad en general, con el espíritu del discernimiento activado, somos frutos inmaduros que jamás va a florecer, que se van a marchitar o podrir.
Hemos de comprender que el discernimiento es la base, es el paso previo a la elección y a poner en práctica el libre albedrío que nos hace sublimes en la existencia, capaces de plasmar nuestra divinidad en la tierra. De nada sirve disponer de libre albedrío si no decidimos con discernimiento, en automático.
Cuando tenemos el don del discernimiento activado, todo cambia, empezando porque somos capaces de sentir y valorar en primer lugar la presencia de lo sagrado, de agradecer lo bello, de captar la armonía y vibrar con el mismo flujo de la vida. Y aparece a su vez una claridad mental que te hace ordenar y comprender muchísimas cuestiones, abordándolas desde otra perspectiva diferente a lo habitual. En general, estamos acostumbrados a no cuestionar, a ver las cosas según lo establecido o heredado, y no cuestionamos, ni analizamos ni entendemos.
El discernimiento se nutre de dos planos, el mental y el del Sentir.
En un primer momento pareciera que el discernimiento quedara en la mente, en el entendimiento, en la comprensión. De ahí la importancia del Trivium (gramática, la lógica, la retorica).
En un primer paso es así, pues es necesaria la adquisición de conocimiento (gramática) y la posterior aplicación de la lógica para fraguar un mapa que se ajuste a orden y sentido y de cabida a la acción consecuente (retórica).
Sin embargo este punto no es suficiente ya que para discernir en profundidad y en esencia debemos discernir también con el corazón (espíritu), es decir, con el Sentir. El Sentir siempre filtra, siempre aprueba. Es indistinto que el Sentir actúe en primer lugar, es decir, que partamos de esa intuición, corazonada, de esa sabiduría interna a la hora de analizar una situación, un mensaje, una persona y nos ayudemos de la lógica y el análisis de situación para así comprender, juzgar y elegir o si partimos de un análisis lógico y luego sometemos a nuestro Sentir dicho análisis. Siempre debemos pararnos y filtrar con el Sentir, que no miente, pues es nuestra conexión con la Esencia y a partir de ahí, caminar de la mano de la Ley Natural para crear nuestra trayectoria vital.
Visto esto, ¿Cómo podemos discernir mejor?
La vida no es lucha, no es imposición, no es la ley de la selva o del más fuerte. Lo maravilloso de la vida es que es un juego, un disfrute, es nuestra capacidad de elección, de saber trazar los caminos, de escoger bien.
De ahí la importancia de trabajar nuestro discernimiento en base a nuestra recolección de conocimiento y experiencias y especialmente en base a nuestro Sentir activado. El Sentir nos permite acceder a todo aquel conocimiento y experiencias que hemos adquirido en otras vidas, encarnaciones, como quieras llamarle, y que no es propio.
Cuando escogemos con sabiduría, con respeto a la Ley Natural, la Ley de Dios, nuestro camino fluye diferente y el premio es la plenitud, la armonía, la gracia y el gozo de vivir el presente, cada decisión, cada paso con alegría de vivir y valentía de corazón.
Nuestro paso por la vida no es de competición, es de sabia elección.
¿Cómo podemos conseguir eso?
En primer lugar prestando atención. Con apertura de mente y corazón somos capaces de ver con los ojos del alma y percatarnos de detalles que a simple vista escapan a los demás.
Para poder prestar atención debemos ser capaces de pararnos y acallar el ruido que nos rodea. Ser capaces de allanar la toxicidad del ambiente (también será importante diluir la toxicidad de nuestro cuerpo físico, y de nuestra mente). Pero sobre todo el ruido,…hay demasiado ruido a nuestro alrededor.
Cuando acallamos ese ruido y disminuimos esa toxicidad somos capaces, sosegados, desde más serenidad, de respirar diferente, agudizar el Sentir, de escucharnos y agudizar también el ingenio y el discernimiento.
Es importante pensar y sentir con claridad y con pausa.
Observar y auto-observarse. En ese momento es más fácil recibir los mensajes del alma y descubrir la verdad de la realidad que nos rodea.
Pausados, serenos, con calma, y a ser posible liberados y desapegados del problema (disasociados), no será más fácil percatarnos de las incoherencias, analizar los discursos, las situaciones, y las incongruencias entre el decir y el hacer de las personas y será más sencillo dar rienda a nuestras decisiones que nos permitan, en cada paso, escoger el mejor camino con moralidad.
Es muy importante discernir en libertad. Liberarnos de las presiones de los condicionantes históricos, familiares, sociales, del que dirán, para poder escoger siempre la acción correcta con la mayor lucidez en base a nuestro Sentir.
Discernir en base al Sentir es volver a nuestra pureza, a la naturalidad del espíritu, esa libertad de elección, ese seguir el camino, ese manifestar nuestro ser, ha sido así desde el inicio. Ya no solo de niños cuando nuestro corazón era puro y ávido, sino desde el primer instante. Ese espermatozoide que fecunda al óvulo no era el más fuerte o el más rápido, sino el que supo encontrar el camino correcto, su destino. Nosotros somos ahora mismo igual, debemos sentir para poder discernir y pasar a la acción.
Llenarnos de la información y validar si es correcta y hacer que nuestra decisión sea sabia. Caminar con sentido.
Cuando el superpoder del discernimiento está activo, todo cambia. Lees la verdad de una persona al mirarla a los ojos. Escuchas no solo lo que dice sino lo que no dice cuando habla. Se caen las mentiras de la historia, los engaños de las leyes, las normas y las tradiciones y estás más cercanos a la verdad para poder encaminarte hacia ella.
A pesar de ver la falsedad en incoherencia del mundo que te rodea, a pesar de sentirte quizás diferente, de parecer que vas a contra-corriente, que te señalen e incluso te lleguen a despreciar, sientes sin duda la paz de espíritu en tu corazón y un saber a ciencia cierta que vas bien pues alineándote con el bien eres generador de orden y belleza, creador de armonía. Estamos dando el peso que merece a nuestro voz interior sobre esas otras voces, las externas y también las internas, las de los pensamientos y creencias incrustados que nos confunden.
Discernir es aportar la claridad que nos permita elegir con corrección en base a nuestros valores esenciales y descartar el mal en nosotros y nuestro entorno.
¿Te animas a potenciar tu discernir?
Alura! La magia de la vida está en la Alegría del Corazón.
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