De creer en dios a Sentir a Dios

Jun 2023

Lamentablemente en nuestra vida diaria nos sigue rigiendo el creer y tenemos aparcado el Sentir.No hablamos del tener sensaciones o de guiarnos a golpe de corazón, sino de algo más profundo, más vital, más espiritual.

Estamos llenos de creencias que guían nuestros pasos. Muchas de ellas las tenemos integradas casi sin darnos cuenta, sin ser conscientes. Muchas de ellas las hemos aprendido sacando conclusiones desde nuestra experiencia que nos llevan a creer que las cosas son de una determinada manera. Muchas otras, la mayoría, nos las han enseñado y las hemos tomado como nuestras.

Cuando hablamos de creer, incluso si hablamos de creer en Dios, situamos nuestra mano en la cabeza, en el entrecejo, en el plano de la mente, de los pensamientos, de lo que está por crear. Sin embargo, cuando hablamos de Sentir a Dios nuestra mano se sitúa en el corazón, en el pecho.

Cuando sentimos a Dios, lo vivimos. Tomamos consciencia de nuestra realidad divina. Se nos dibuja una sonrisa, nos sentimos maravillosos de la hermosura de la vida, de la grandiosidad de la existencia, de la perfección del más mínimo detalle. De que formamos parte del Todo. De que hay un hermanamiento.

Sin embargo, cuando creemos en Dios hay una cierta separación: ¿en que Dios?¿el que te han enseñado?¿es un acto de fe?. Sentir a Dios no se enseña. Está ahí, forma parte de cada uno y conlleva una certeza. No hay duda. Es la certeza que te hace avanzar con confianza.

Creer en Dios, se dice, se publica, se afirma. Sentir a Dios se respira, se exhala por los poros, se huele, se saborea,…

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Deja de centrarte tanto en las palabras, en lo que se supone lo que Dios dictó («palabra de Dios»). Deja de confundirte y sal a Sentir a Dios.
Abstráete de todo lo que te han enseñado y han escrito sobre él. Conecta con tu Sentir.

Párate y observa con mente y corazón abiertos. Contempla. Es fácil reconectar con la Esencia. Es ahí donde reside Dios. Es ahí donde estamos conectados con él. No puede haber existencia sin divinidad.

Se descubre a Dios en cada detalle y es magnífico ese Sentir. Te trae paz y alegría inmensas. Es gozo, es unión, es orden, es construcción armoniosa.

Cuando Sientes a Dios ya has pasado a la acción. Formas parte de la creación y estás en opción de ser parte activa.

Cuando Sientes a Dios no tienes más remedio que intentar obrar con el empuje de Dios, en coherencia, con integridad, en paz y en equilibrios.

SI te quedas en la creencia de Dios, estás quitando la esencia de Dios. De hecho, s quieres, puedes dejar de creer en Dios cuando quieras… Eso solo pasa cuando piensas en Dios como alguien ajeno que no forma parte de ti ni de la vida. Alguien superior, en otro plano, a quien adorar desde el sometimiento y no desde la comprensión del alcance de su esencia de su espíritu.

Sentir a Dios es reconocer el Espíritu Santo en nosotros mismos y en quien nos rodean. Es ver la luz del mundo, una luz que debemos avivar nosotros mismos. Cuando Sientes a Dios no puedes dejar de tener la certeza de su esencia.

Creer en Dios desde el intelecto, por las razones que sean (desde la lógica, porque esta creencia le da sentido a tu vida,…) es diferente de Sentir a Dios desde la certeza vital, con la Dicha en el corazón porque te conectas con la fuente, con una manera de abordar a la vida que tiene cimientos de armonía.

No puedes decir que crees en Dios y estar con amargura en tus pasos: en ese estado estás cerrado al Sentir, que es una conexón natural con Dios.

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Recupera el Sentir y Siente a Dios.

Cuando Sientes ya no te importará que nombre darle, si Dios, el Gran Espíritu, la Inteligencia Universal,…porque tendrás la certeza de su esencia.

Deja pues de creer en Dios, de ponerte en sus manos, para Sentir a Dios y ser sus manos.

Se dice que hay que ver para creer y Dios por definición no se ve y se requiere un acto de fe. Y nosotros te decimos: hay que Sentir a Dios para ver.

Ver a Dios, su energía, su esencia en tantos aspectos. Es posible ver a Dios pero primero tienes que Sentirlo, trascender.

Aparcar tu mente al lugar que le toca y poner al Sentir por delante y devolver la espiritualidad a tu vida.

Cuando el Sentir está conectado, la voz de Dios se hace presente. Y no su palabra escrita, sino la Conciencia del mayor Don que se nos ha dado que es elegir libremente el camino, tener opción de ser la creatividad de Dios en acción y hacerlo con sentido, con belleza, con alegría.

Nadie que sienta a Dios va a ir por la vida con semblante triste porque la fuerza del espíritu está viva en su interior y le va a hacer afrontar las vicisitudes con serenidad.

Si dices creer en Dios pero no lo Sientes, párate a pensar que ha pasado, donde quedó vuestra unión, que acciones tomaste para apartarte de él.

Sentir a Dios NO aporta tristeza, confusión o inmoralidad.

Sentir a Dios es reconocerlo hablando en boca de la persona que tienes al lado, que aporta la sabiduría o guía que necesitas en ese momento. Vas a reconocer la palabra de Dios en cualquier sitio, y de cualquiera si estás atento y con el Sentir activado.

Sentir a Dios es no necesitar nada más que ser: respirar, sonreír, dar y sentir cariño. Es disfrutar. Aprender cada día. Actuar de manera más plena y consciente. Vivir pausado. Imaginar y crear. Agradecer. Agradecer todo, desde la pequeña planta, al caracol que se desplaza lentamente en el camino, el viento acariciándote, el agua que sacia tu sed, hasta ese chiste malo lanzado con buena intención, esa persona con quien compartiste poco tiempo pero fue de calidad. Agradecer esas reprimendas de tus padres que pretendían mostrarte su camino, ese nuevo amanecer, esa canción que enamora el alma, ese fuego que hipnotiza. Las risas, los juegos de los niños, los cuentos de los abuelos. Ese infinito.

Cualquier detalle puede admirarnos y puede hacernos reconocer a Dios.

¿Y que pasa con las desgracias?

Las desgracias están ahí. Los accidentes, las anomalías, pero es una piedra en el camino que debemos sortear, patrones erróneos que reconocer y no deben acaparar nuestra atención más de lo necesarios que es observarlos, entenderlo, corregirlos, y transcenderlo con la continuación de nuestro camino.

Cuando Sientes a Dios, cuando lo llevas contigo y formas parte del engranaje, vas si duda a encontrar la manera de reencontrar el camino, de forma serena y dirigiéndote de nuevo al equilibrio y la paz interior que se verá reflejada fuera.

Siempre tras la tormenta viene la calma y debemos ser conscientes de ello.

La tristeza o desanimo por una pérdida, por un problema con un ser querido, por ejemplo, ha de pasar, porque como hemos comentado anteriormente, si abrimos el Sentir, volverás a ver a Dios mires donde mires. Y esa contemplación te devolverá la paz que necesitas que ahora no tienes y podrás ponerte en acción con la divinidad que tienes.

Una manera de visualizarlo es Sentirte hijo de Dios, hermanado con todos y con todo.

Y recuerda, en cualquier caso, siempre puedes crear un mundo de armonía sin creer en Dios.

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