¿Cómo salir del trance colectivo?

Nov 2021

Es evidente que vivimos en un trance colectivo mundial, un trance que nos lleva a realizar acciones atroces, sin sentido, contra natura, como el hipnotizado que se cree una gallina y actúa como ella, o ve a todo el mundo desnudo con las gafas mágicas que le suministra «hábilmente» el hipnotizador. Un trance que nos hace vivir en la ilusión, en un mundo de mentira. De otra manera no se entiende lo que está ocurriendo.

¿Cómo se ha provocado ese trance?¿Qué podemos hacer?¿Cómo convivir con los hipnotizados que ven otra realidad muy diferente a la nuestra?

El miedo que nos proyectan nos lleva al trance colectivo.

El trance colectivo que vivimos es motivado por el miedo, un miedo que nos lleva a un estado de shock total. Un miedo proyectado hábilmente por los magos oscuros que gobiernan el mundo.

Cuando ocurre un fenómeno que nos aterra, que no podemos creer, pasamos a formar parte de una gran película (tantas veces de terror) en la que como niños, nos vemos completamente desbordados y cedemos automáticamente todo nuestro poder a ese sujeto que a partir de ese momento es quien controla absolutamente todo. Nos despojamos de nuestra autoridad y se la cedemos voluntariamente.

A partir de ese instante solo nos queda pasar a ser unos niños obedientes. Acatar órdenes. No salirnos de la raya de lo que la autoridad nos mande, porque si miramos hacia al otro lado, veremos el supuesto gran peligro que nos acecha y nosotros no somos capaces de tomar decisiones, ni de pensar. Lo único que debemos hacer es seguir lo marcado.

Hemos pasado a ser parte de un rebaño dirigido, impulsado por el afán de supervivencia que genera el miedo, y bailamos al son de nuestro amo sin plantearnos si lo que hacemos es lo mejor, es correcto, si está bien.

En ese estado de trance, en el que solo sopesamos el gran peligro, el miedo, el shock que nos induce a ceder el control, algo que nos sobrepasa, como por ejemplo una pandemia mundial letal que se propaga veloz y nos va a alcanzar a menos que nuestro «padre» estado, la «autoridad» nos proteja. Sabe que debemos hacer y tenemos fe ciega en él. Nos sacrificamos voluntariamente, sufrimos y padecemos por propia elección, porque nuestra elección es la que nos han mandado y cumplimos sin rechistar.

Cualquiera que no vaya a nuestro son, el que nos indican, aunque vaya por buen camino, con sentido, nos parece terrible, pues puede desbaratar nuestro plan. No sigue órdenes y eso lo convierte en el enemigo.

Solo cuando hay una arraigada moralidad, una conciencia de espíritu, un alto grado de responsabilidad personal y un afán puro de libertad, se es inmune a las garras de ese miedo descomunal que nos aturde y nos anula. Y para los demás, solo cuando sea muy evidente que uno mismo está ante un peligro real, verdadero e ineludible se puede parar la marcha voluntaria hacia el abismo.

Cuando seguimos con la atención centrada en «el peligro» (demonio 2.0), en el discurso que nos paraliza como Ser, solo somos capaces de escuchar y seguir la voz de «la autoridad» que nos marca y no podemos escuchar nada más.

Estamos en hipnosis. Estamos bajo el hechizo del hipnotizador que repitiendo una y otra vez las mismas palabras para mantenernos en miedo y en shock es capaz de manipularnos para que les sigamos como ratas al flautista de «Hamelin». Todos a una, siguiendo atropelladamente al que tengo al lado, como río que corre hacia la catarata pero sin ser consciente de ello. Se tiene una meta fija, que es el objetivo, que es hacer todo lo que me mandan para poder evitar el desastre que nos atañe a todos.

Sin un propósito alternativo, algo que tenga más fuerza, un propósito que surja del corazón, que desvíe la atención del terror no se puede salir del trance.

 

Sin palpar la evidencia de un peligro mayor del que se pretende eludir, no se va a salir del trance.

De nada sirve discutir con los hipnotizados si siguen escuchando y nutriéndose de la voz de su amo, del discurso «oficial». No tienen sentido de la lógica, de la dignidad, de la moral.

¿Qué podrían hacer?

    • Se deberían poner a dieta de las noticias incisivas que avivan el miedo.
    • Se deberían separar de los centros colectivos, las grandes urbes, donde la gente ya no son nada individualmente, donde son colmenas que siguen a la reina, al pastor, al dictador.
    • Deberían volver a respirar, volver a rodearse de gente que conserva su Sentir y debería desintoxicarse de todo lo anterior, especialmente de este último tramo de sus vidas, que ha sido una pesadilla, que les ha mantenido en tensión y los ha alejado de su centro.
    • Desintoxicación física, de productos tóxicos, de drogas, de vacunas, de contaminación.
    • Desintoxicación mental, de los voceros del mal que día y noche, hora tras hora bombardean el pensamiento generador de miedo.
    • Desintoxicación espiritual, o mejor dicho, un volver al espíritu, volver a Sentir. Darse cuenta que más allá de cualquier miedo, tenemos un alma dentro, algo maravilloso que nos conecta y es nuestro guía.
    • Volver a Sentir calor en el corazón y paz en la mente.
    • Reír a carcajada profunda. No perder ocasión para hacerlo. La risa profunda deshace hechizos y nos saca momentáneamente del trance hipnótico.
    • Darse cuenta que hace falta prestar atención a nuestro centro, estar en eje.

Solo así podemos recuperar la opción de volver a ser capaces de tomar decisiones, volver a ser responsables, volver a ser libres, y devolvernos la autoridad vital.

Nosotros, en nuestro Ser, tenemos la respuesta sobre el buen camino. No debemos dejar de actuar como hombres y mujeres libres y convertirnos en borregos. Pero hace ya tiempo que nuestra sociedad y sus dirigentes nos están adiestrando a actuar como autómatas. Estamos bien enseñados para ello.

Seguir órdenes y normas es lo que se nos da mejor, porque además socialmente está bien considerado.

No dudamos de la «bondad» o de la «bien intencionalidad» de las autoridades y acatamos. Ahora han dado una vuelta de tuerca más y nuestro ser presente ha quedado completamente anulado.

Actuamos de manera inconsciente como forma de autoprotección. Es una desconfianza absoluta en nosotros mismos y lo cedemos todo.

Hay que salir del estado de shock. Volver a nuestra naturaleza. Podemos abordarlo caso a caso, de uno en uno. La voluntad está dentro de cada uno, y en cuanto se entrevé el engaño, aunque sea un pequeño atisbo, se puede aprovechar el parón como si fuese un jarro de agua fría para empezar el camino de regreso.

Tened paciencia, sembrad poco a poco semillas de Sentir en aquellos Seres que se os acerquen.

Con una inmersión hacia la espiritualidad real, lo que implica vivir conocedores del bien y del mal, vivir responsablemente, con el corazón valiente, con el corazón pleno por estar llevando a cabo el propósito. Deberás derretir muchos corazones.

Sacar lágrimas de dolor, el dolor incrustado por la siembra del mal, por el miedo, para así recuperar la paz, la dicha y volver a encaminarse hacia la armonía.

¡Alura! La magia de la vida está en la Alegría del Corazón.

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