Esbirros de Satanás

Oct 2023

No existe disculpa, solo culpa y responsabilidad. Cada uno es responsable de sus actos, de sus decisiones, de sus elecciones. Cuando colaboramos con lo establecido, aún a sabiendas que no es correcto o no es justo, o sin plantearnos si haciendo lo que hacemos dañamos a alguien o colaboramos a sostener un mundo perverso, nos estamos convirtiendo en esbirros del mal.

El esbirro es aquel que ejecuta órdenes sin cuestionarse nada. Bien sea para ver como a final de mes se acrecienta su cuenta, bien sea para sentir que tiene parte de poder aunque este venga del lado oscuro.

Los esbirros, seguidores de órdenes, que están sustentando los patrones malévolos del estado o de su amo se convierten en tentáculos del mal, sin criterio propio, sin juicio, sin moral. Se venden al mejor postor y tratan de justificarlo con la normalización que da el recibir dinero a cambio, como si eso limpiase o equilibrase la balanza de la acción desarrollada sin tener presente la naturaleza de los actos en si.

Los esbirros son sicarios que llevan a cabo la orden recibida, sin miramientos, con frialdad.

Al aceptar que la autoridad que le manda es inamovible pierde su pureza, su idiosincrasia de humano libre y pasa a ser un esclavo ejecutor, verdugo, que es el peor de los esclavos, pues es esbirro

Repugna que quieran echar un velo sobre la acción malévola, la acción incorrecta, el velo del dinero que lo acalla todo.

El esbirro sirve al dios falso, al dios del dinero, al dios dictador que lo compra todo a placer, sin ley moral, natural, sin ley divina.

Los esbirros se están propagando. Actúan como «zombies» pero con más delito pues tratan de convencerse y convencer de la legitimidad de su acción. Ya no solo actúan y se mueven en automático, sino que lo hacen con plena conciencia de elección del mal justificando la acción perversa por dinero, como hemos dicho, pero también ignorando conscientemente las consecuencias de sus actos. Y este punto agrava las consecuencias del propio acto en si, pues se pretende ignorar que las órdenes llevadas a cabo puedan perjudicar al otro o resulten inmorales.

Eligiendo ignorar conscientemente este hecho, no resta culpabilidad, es más, las consecuencias de la acción incorrecta, los efectos, van a repercutir directamente sobre el ejecutor por acción automática de la Ley Natural, a la vez que de alguna manera libera y quita peso de culpabilidad al que idea la orden. Una orden no tiene fuerza si el que obedece no elige hacerlo. Al final es la voluntad del esbirro que por su acción creadora está creando un mal funcionamiento del mundo.

Cada vez hay más esbirros del mal. Seguidores de órdenes que además se esconden en un falso revestimiento de autoridad heredado del amo, de la ley tergiversada del hombre, con el espíritu encarcelado, son cobardes que se ensañan con el prójimo pero perpetrando la destrucción de lo bello, de lo verdadero, de la bondad.

Son vagos acomodados que se han olvidado de la voluntad, del esfuerzo, que se van apagando espiritualmente. Espías del mal, egoístas satanizados. Amamantados por la falsa dulzura de la estabilidad que supone formar parte de la la estructura de poder. Venden su individualidad divina al espíritu colmena que vive en el ataque constante confundiendo la vida con la lucha destructiva y el «sálvese quien pueda» y permitiéndose con la falsa elección de creencia de que «el mundo es así», «no hay otra opción», aplastar las cabezas colindantes si les dan instrucciones para hacerlo o incluso si solo le han dado la potestad de poder hacerlo.

Tienen el veneno del mal en las venas y se van viciando a cada paso, a cada respiración. Se van enfangando el alma y repudiando al espíritu para que no les guíe hacia la corrección.

Se han olvidado de que tienen el poder de modelar y cambiar las cosas, de construir en positivo, y se conforman con ser las manos del mal. Manos sucias por mucho que se camuflen en uniformes, condecoraciones, títulos, premios,… que les revistan de falsa autoridad.

El esbirro sobre todo es cobarde. Es el más ruin de los verdugos.

El que agrede injustamente bajo su posición de vigilante de «la ley», de la normativa, del procedimiento, del formulario.

El que desahucia y provoca el mal, bajo su posición de administrador de la «justicia».

El que infunde mentiras en la cabeza y corazón de los infantes para formatearlos en seres no pensantes y no sintientes.

El que contribuye a la maraña ficticia de burocracias y leyes engañosas y no aportan valor real al mundo.

El seguidor de protocolos, que aún viendo que los resultados de sus acciones son nefastos y van contra-natura, contra la vida, se suma a la película divulgada por el poder y encima se exculpa de ser artífice del mal abanderándose como un «buen seguidor de órdenes», como si eso fuese un emblema liberador.

El que difunde conscientemente la mentira, el discurso que insulta y daña la razón y el sentido común y se vanagloria de sus buenas artes de argumentación y manipulación.

El que defiende a un culpable aún sabiendo su crimen, que por mucho que intente escudarse que es un trabajo y de que es acorde a la «ley del hombre», se convierte en abogado del diablo.

Esbirros y más esbirros. Es una palabra que cada vez debería sonar más porque ella en si misma es un reflejo desagradable de su significado y quizás ayudaría a la gente a tomar conciencia de lo que realmente son por elección: esbirros del mal.

¿Te has convertido en un esbirro de Satanás?

 

 

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