Hubo una vez una serpiente que disfrutaba del Sol, de la Luna, de la Tierra y bailaba hermosa al son del latido de la vida.
La serpiente se dio cuenta de que había un Ser que no brillaba, que estaba lleno de amargura y que no sabía como eliminar la tristeza que se acumulaba cada día, día tras día, hora tras hora, de día y de noche, en su cuerpo, en su corazón y en su Ser, que casi parecía desdibujarse en su Esencia.
La serpiente lo observó y vio como ese Ser había conseguido con el paso del tiempo ausentarse del contacto de todo aquello que era natural, ya no tocaba la tierra, Nunca!, ni dejaba que el Sol le inundase de energía, por eso la Dicha y la Vida se evaporaban de su cuerpo, cada vez más inerte.
La serpiente se dio cuenta de la suerte que tenía, pues en todo momento todo su cuerpo y todo su ser estaba contacto directo con la Tierra y su piel se exponía completamente al Sol y era capaz de saber cuando debía mudarla para atender a su evolución y a su nueva realidad y a las necesidades de cambiar y experimentar el nuevo Ser.
En ese momento decidió mostrar a ese Ser erguido y sombrío que se tapaba en pieles ajenas la belleza y poder de su sencillo cambio de muda.
Por un instante, ese Ser sintió la necesidad de desnudarse y mostrar su piel al Sol, para respirar por todos sus poros y caminar descalzo, sintiendo la Tierra y su latido acompasar a su propio latido interior. Se alimentó por primera vez en mucho tiempo del árbol cercano, y el sabor de la fruta le hizo recuperar la sabiduría, la cordura, y la alegría de vivir y así su vida.
Siente la serpiente bailar en tu interior. Siente la serpiente silbar en tu interior. Siente como la serpiente muda tu piel. Siente de nuevo a la sabia serpiente salvar tu vida.
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